lunes, 11 de octubre de 2010

My girl

Creo que hacía más de diez años que no hablábamos. Incluso antes de que ella se casara, cuando aún vivía con sus padres en el edificio de al lado. Tampoco cuando nos cruzábamos por los pasillos del instituto. Hoy me ha dicho que yo era muy rara, que iba a mi rollo y que, en definitiva, era "subnormal", pero que no por eso se ha olvidado de mí; es más, me ha confesado que me recuerda a menudo. Yo le dije la fecha de su cumpleaños, ella dijo la mía. Han sido muchos años siendo vecinas y amigas y hoy hemos vuelto a tomar contacto.
Su madre ha muerto, tenía que llamarla. ¿Cómo no iba a hacerlo? Esa mujer me llevaba al colegio, a la catequesis, me acogía en su casa cuando me olvidaba las llaves y siempre advertía a mi madre de mis travesuras. Esto me hace pensar que es así; que todo lo que conocemos va desapareciendo, muriendo, y al mismo tiempo van entrando cosas nuevas, gente. También se suceden reencuentros, hasta que desaparecemos (por fin) nosotros.
Recuerdo que me asomaba por la ventana de la que entonces era la salita de estar y la llamaba. Era curioso que no nos llamásemos por nuestro nombre, sino "amiga". Apenas llegábamos a asomarnos del todo, pero nos ayudábamos de una silla para sentarnos y pasarnos las horas jugando de una ventana a otra hasta que pudimos visitarnos. A mí no me gustaba estar en su casa porque sólo me gustaba el olor de la mía y además era sombría, pero pasamos algunos ratos en su salón con una cocinita en la que me preparaba comidas; sí, yo era el marido.
Hicimos la comunión juntas, nos hicimos las pertinentes fotos juntas y prometimos no confesar al cura las cosas que sentíamos la una por la otra el día antes de casarnos con dios. Ella era mi amor; mi compañera de juegos, mi acompañante en descubrimientos de la piel y el corazón.
Crecimos y cada una tomó un camino. Apenas nos dirigíamos la palabra. Ella tonteaba con chicos y yo con chicas, hasta que coincidimos en un curso y volvimos a tener un encuentro cardiaco estudiando en mi cuarto. No volvimos a hablarnos, hasta hoy.
Se ha alegrado de escucharme y a mí me ha alegrado el día, tiene la misma risa contagiosa y tonta.

Esto, para ella: