domingo, 8 de julio de 2012

La sensación es de robo; de que me roban algo... De que se llevan algo de mi que jamás voy a poder recuperar y que esa persona atesorará para siempre, aunque ni siquiera esté interesada en tenerlo. Me roban y me dejo, porque se supone que es una necesidad básica que debo cubrir y con la que estoy de acuerdo porque, además, lo deseo. El plan es dejar las cosas claras desde el minuto cero y disfrutar sin más, pero hay algo dentro que me dice que no es suficiente, que no es lo que necesito. La piel y sus antojos encierran más complejidad de la que aparentan y, aunque el asunto sea cuestión de dos, enredarse en la cama y confabular contra lo establecido es ardua tarea. Yo me hago la fuerte para auto convencerme de que estoy capacitada para desconectar los cables que conectan el corazón con el coño y, a ratos, hasta lo consigo. Pero estoy empezando a pensar que es contraproducente inmiscuirse, dar una caricia o un beso de más, fuera de la cama, fuera de las cuatro paredes que miren la desnudez de unos cuerpos abandonados a la carne. No sé medir los tiempos, las miradas ni los acercamientos porque no sé cuándo procede y cuándo no. Lo normal es correrte y marcharte, dar las gracias por la velada a lo sumo, para no esperar correspondencia un día de estos, para luego no echar de menos que me toquen los rizos hasta que me duerma...